¿La vergüenza te paraliza?
Hay un sentimiento que a todas nos toca vivir en algún momento de nuestras vidas, unas veces más intensamente que otras y en varios aspectos y momentos diferentes de nuestro caminar por este mundo.
Ese sentimiento, es la vergüenza.
Cuando deseamos emprender y comenzamos a buscar nuestro por qué y nuestro para qué y lo que más nos gusta y aquello para lo que somos mejores, nos dicen que para llegar a un resultado satisfactorio y, como una de las mejores formas de búsqueda, debemos hacer un listado en el cual incluiremos todas nuestras cualidades naturales y gustos personales.
Eso ya nos avergüenza bastante, pero ahí no termina la cosa, porque el paso siguiente o más bien el paralelo, es el de hacer una investigación de lo mismo pero, preguntando a personas que nos conocen, sobre todas estas cualidades que tenemos casi sin darnos cuenta.
Esto nos mata de vergüenza salvo que nuestro carácter sea muy extrovertido y que no tengamos problemas en encarar a otras personas para que nos hablen de nosotras mismas sin tapujos, porque de ser de otra manera, tampoco es válido el pedir esa colaboración.
Obviamente que nos cuesta mucho hablar de nosotras mismas en el sentido de ensalzar las virtudes innatas que llevamos a cuestas, quizás por un tema cultural, ya que las hispanohablantes tenemos en la sangre eso de que: “no te halagues demasiado porque no está bien visto”.
Sentimos vergüenza de decir que somos buenas en algo, pero más allá de eso, también se vive una gran hipocresía en la cual las personas no nos dicen lo que realmente les sucede o, en este caso, lo que piensan de nosotras.
En general, tendemos a esconder lo que verdaderamente nos sucede y por eso, si nos dedicamos un buen rato a investigar a nuestros “amigos” de las redes sociales, veremos que todos son inmensamente felices y que sus negocios o trabajos van maravillosamente bien.
Lo que no vemos es la realidad, ya que muchos de ellos, por no atrevernos a decir que un gran porcentaje, lo que publican en estas redes sociales, es simplemente una fachada para mostrar lo contrario a lo que les está sucediendo, simplemente porque sienten vergüenza de ello.
Que las cosas no nos vayan tan bien como deseamos, es normal hasta un punto determinado, ya que cuando decidimos hacer un cambio en alguno de los aspectos de nuestra vida o en todos a la vez, tenemos que seguir un proceso, con paciencia, constancia, perseverancia y dedicación.
Por ejemplo, cuando emigramos, dejamos atrás todas y cada una de nuestras costumbres, de nuestros lugares conocidos que nos daban refugio, de nuestra gente, de la comida y los sabores a los que estamos acostumbrados y debemos cambiarlos por los nuevos. Comenzar a hablar un idioma diferente, también nos da vergüenza al principio.
El decidirnos a emprender, es comparable con el emigrar, ya que nos aventuramos dentro de un terreno que hasta ese momento es desconocido, por lo que si a los lógicos temores que nos invaden, sumamos la vergüenza por tener que hacer determinadas cosas a las que no estábamos acostumbradas, sencillamente no podremos transitar ese camino.
Pero, como no queremos abandonar el barco y deseamos cruzar el océano para llegar a puerto cargadas de motivación y de energía que nos lleven a triunfar en nuestro emprendimiento, como en otros aspectos de nuestra vida, deberemos aprender a manejar este sentimiento poniéndolo a un costado, desde donde podremos transformarlo en una palanca que nos mueva a renovarnos y a triunfar.
Para que se entiendan estos conceptos, si por ejemplo deseamos enviar un mensaje a una gran cantidad de personas a través de nuestro discurso, la vergüenza quedará debajo del escenario para enriquecer a nuestros oyentes con un contenido que les llegue directo al corazón o al bolsillo, dependiendo del tema que nos ocupe.
A esto le llamamos dejar de lado la vergüenza, para convertirla en la valentía de enfrentarnos al público que nos escuchará atentamente para luego reflexionar sobre lo que le hemos dicho.
Y este es sólo un ejemplo aplicable a cualquier tipo de situación por la que estemos pasando o que tengamos que pasar, como dijimos antes, durante nuestro caminar por esta vida.
Y tú…
¿Estás dispuesta a dejar la vergüenza de lado para subirte al escenario a compartir tus pensamientos, enriqueciendo a tus oyentes?