MOCHILAS CON SUEÑOS
¿Las llenas o las vacías? De amor, ilusiones, proyectos e intelectualidad al alumnado altamente dotado.
Cuando está despuntado el día, no deja de hipnotizarme el hecho de observar a la juventud, iniciando su jornada en ese tránsito, entre el sueño y el despertar de un nuevo día, sus movimientos, sus ropas, sus mochilas y sus caras transmitiendo esa desnuda verdad, de volver a aterrizar en el mundo consciente.
Siempre me ha resultado interesante ver cómo se va produciendo la acción y la separación entre la juventud que anda en bici o monopatín y la que se sube a un autobús. Con este simple hecho, comienza el baile de las diferencias y de sus rutinas escolares.
En la contemplación, me asaltan dudas constantemente. ¿Quién irá más feliz a su centro educativo? ¿Alguien irá feliz? ¿Encontrarán calidad educativa en su destino? ¿Se atenderán sus necesidades?
Y durante unos segundos, intento jugar con las sensaciones y percepciones del simple dato subjetivo de mi mirada puesta en ellos y ellas.
Demasiadas incógnitas difíciles de resolver. Voy más allá y vuelvo a cuestionar, ¿Será alumnado de alta capacidad intelectual? Imposible de saber, quizás ante otras características o rasgos, sí obtenga respuesta o más información a las demás conjeturas.
Su propia ropa, higiene, uniforme, autobús, me dan buenas pistas sobre probablemente factores socioeconómicos como constructo social, pero lo que me interesa realmente, no está perceptible ahí, la inteligencia no se calibra exteriormente, requiere de un estudio en profundidad e interno de la persona.
Durante estos años, no en pocos foros educativos en los que he participado, se debatía sobre las diferentes teorías de la inteligencia, dicho sea, de más autores que autoras, invisibilizadas por el arrollador reconocimiento social y científico de sus coetáneos varones, pero todas ellas imprescindibles para conocer, entender y atender al alumnado altamente dotado.
Siempre me saltaba la alarma en la intervención educativa o en la detección de la alta capacidad y en la permanente búsqueda de una respuesta universal, que diera cabida a todas las teorías.
De nuevo, de mi hipnosis cotidiana, suele surgirme una pregunta recurrente, ¿tendrá cubiertas sus siete horas lectivas de empatía, conocimientos y diversión? Me entristezco. A esas horas, empezará la desilusión de muchos y muchas estudiantes, y me aprieta el corazón, me duele pensar que quizás no.
Así nace mi empoderamiento y la necesidad de mostrar al mundo la importancia de la educación del colectivo, del cuidado y buen trato educativo para cada joven que hace el esfuerzo de madrugar y volver a casa con la mochila llena de conocimientos, ilusiones, experiencias compartidas con sus iguales, como fin propio de la educación y no siendo porteadores/as de frustraciones, sueños aletargados e ilusiones, en algunos casos truncadas.
En mi camino profesional, he experimentado cómo el profesorado me hace hincapié en la exigencia de materiales de ampliación curricular y en resolver la incógnita de sus propias necesidades.
Al no saber cómo atenderles de forma integral, me planteo que, un alumno/a, puede ser un reto curricular pero, no es un desconocido/a o… ¿tal vez sí? Simplemente, son jóvenes de alta capacidad, pero siguen siendo personas con sus necesidades emocionales, físicas y espirituales, como todos/as nosotros/as.
Como profesionales de la educación, educadores/as, les hago reflexionar: imaginen que una familia dijese lo mismo de cualquiera de sus retoños; le contestaríamos “¿Perdone? Solo tiene que alimentarles, escucharlos, darles cariño, educación”. ¿Verdad?
Ahora, juguemos a los espejos, como metodología simple. Para empezar, ¿le ofrecerías lo mejor de ti como adulto/a a este alumnado? Pues, adelante por esa senda, comienza el camino a la intervención, sin olvidar que debemos dar alimento intelectual a demanda, adecuado diálogo, pensamiento crítico y muchas dosis de empatía y amor.
El alumnado de alta capacidad intelectual, necesita de estos ingredientes comunes y saludables, para el correcto desarrollo integral de su personalidad.
No son almacenes de contenidos curriculares, ni todos los contenidos son apropiados, existe una gran diversidad de intereses como en cualquier otro colectivo, qué mejor material, les digo yo, que el conocer a tu estudiante meridianamente y darle el alimento específico más nutriente para él o ella, sin recetas macro. Como siempre, entran en juego los cuidados, la importancia de querer atender a este colectivo y a los demás que hemos, como comunidad educativa, situado en la norma.
¿Cómo va a ser posible que todo el alumnado utilice la misma talla, tenga la misma altura y las mismas inquietudes, creencias o pensamientos?
¡Tan absurdo e irracional que resulta insultante!
El atreverse a entrar en el interior del alumnado de alta capacidad intelectual, es abrir una caja de bombones más que de pandora. Debemos ser personas educadoras de la mente y del alma.
La necesidad de formación permanente para desmitificar al colectivo y conocerlo, es imprescindible, pero la base del sentido común y de los cuidados, debemos llevarla ya trabajada.
Lo que no se conoce, no se ve y, en consecuencia, no existe. Ellos y ellas, el alumnado de alta capacidad intelectual, está aquí y existe.
¡Palabrita!
¡No les vaciemos las mochilas en ninguna parte del mundo de sueños y retos!
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Sobre la autora, Paqui García Agüera
Coeducadora , Experta en Alta Capacidad
Intelectual y Embajadora de Derechos Humanos. ODS 4,5 y 17.
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@paqui_garag